Que vivimos tiempos de incertidumbre respecto al futuro seguramente no sea descubrirte nada nuevo. Que esto genera ansiedad y angustia, tampoco. Así que, en este artículo, vamos a reflexionar sobre cómo dejar de preocuparse por el futuro.
NOTA DE LA EDITORA: ESTO ES UN ARTÍCULO INVITADO, REDACTADO POR ALEJANDRO VERA DE GRULLA PSICOLOGÍA Y NUTRICIÓN.
Tabla de contenidos
La baja tolerancia a la incertidumbre
El futuro no existe, sin embargo, sí que podemos tratar de predecir cómo va a ser éste. Al menos, eso es lo que cree nuestra mente.
Recuerdo cuando estudiaba los trastornos ansiedad generalizada en el máster y que la profesora nos preguntó ¿Qué le diríais a una persona que tiende mucho a preocuparse por todo? ¿es bueno preocuparse por las cosas?
La mayoría de alumnos contestamos algo así cómo que hay que preocuparse sólo por las cosas importantes. A lo que ella nos contestó con otra pregunta: ¿A un paciente con depresión le diríais que hay que deprimirse sólo por las cosas importantes?
Culturalmente vemos algunas emociones mejor que otras, la tristeza la negamos. Sin embargo, ¡preocuparse es algo bueno!
Tenemos inculcado en cierto modo que preocuparse es algo positivo. Pensamos que mientras nos estamos preocupando, al estar vigilándolo, estamos haciendo algo para controlarlo.
Aún recuerdo una escena que me ocurrió cuando tenía 15 años. Le contaba a mi abuela que había sacado muy buena nota en un examen, a lo que ella me respondió “está genial, pero no te relajes ahora, que nunca se sabe”.
Mi abuela estaba muy orgullosa, de eso estoy seguro. Sin embargo, era de la opinión de que no conviene bajar la guardia, porque entonces, es cuando las cosas se tuercen.
Este tipo de aprendizajes heredados nos enseñan es a estar en pie de guerra. La baja tolerancia a la incertidumbre tiene justo que ver con esto, con no poder aceptar que hay cosas que simplemente no podemos controlar.
¿Sirve de algo preocuparse por el futuro?
La verdad es que no, para absolutamente nada. Lo que sirve realmente es ocuparse. Es decir, cuando tenemos un problema, sentarnos a analizarlo y decidir qué podemos hacer (si es que podemos hacer algo). Sin embargo, las preocupaciones son un tipo de pensamiento que ocurre en círculos cerrados, donde no arreglamos nada, simplemente revisamos una y otra vez las cosas que no están yendo bien y las que podrían aún ir a peor.
Por tanto, es imperativo: debemos dejar de practicar la preocupación. Quizás mientras lees esto te ocurran dos cosas: primeramente es que hayas sentido cierto rechazo ante la idea de dejar de preocuparte y sentir que te entregas a la deriva.
En segundo lugar es que pienses, qué fácil es decir que hay que dejar de preocuparse, pero eso, ¿cómo se hace?
Las personas que tienden a practicar el ejercicio de la preocupación no lo hacen voluntariamente, es algo que su mente ha aprendido a hacer, seguramente como consecuencia de enseñanzas como la anteriormente comentada.
Por tanto, no ser capaz de desconectar es un síntoma común a muchas personas y que no es voluntario, es decir, nadie elige conscientemente sufrir.
La preocupación, aunque pueda parecer contradictorio, puede generar cierta sensación de alivio. Mientras nos preocupamos sentimos que “estamos haciendo algo” y preferimos eso, que la irresponsabilidad que supone aceptar que las cosas no son cómo pensamos que deberían ser.
Los 5 pasos para dejar de preocuparse por el futuro
Lo primero entonces es tener claro que preocuparse no sirve de nada y que lo hacemos como compulsión, más que para resolver. Si tienes que resolver, resuelve, si no, olvídate.
¿Cómo? Con disciplina mental. Así es, se trata de educar a nuestra mente hasta perder este hábito tan nocivo. Debemos ser capaces de identificar cuando estamos entrando en este tipo de pensamiento circular y entonces, aplicar la distracción.
No se trata de ponernos en modo “no lo pienses”, “no lo pienses”, ya qué, sí lo hacemos así, lo más seguro es que los pensamientos se intensifiquen. Se trata de aceptar los pensamientos como lo que son, pensamientos.
No darles validez ni justificación, simplemente, algo que llega a nuestra mente. Después, el siguiente paso es distraernos para no darles coba. Podemos irnos con otra cosa en nuestra mente, y si estos torpedean con mucha fuerza, lo mejor es cambiar hacia actividades prácticas.
A mis pacientes les digo que, si sienten que no pueden dejar de pensar, se descarguen un juego de móvil y sean pacientes hasta que los pensamientos por sí mismos, dejen de aparecer. Recuerda, ni intentar arrancarlos ni darles coba.
Así que, resumiendo, los pasos para no preocuparse por el futuro son:
1. Darte cuenta de que te estás preocupando. Tener claro que preocuparse no sirve de nada, y darnos cuenta de que lo hace nuestro celebro innato para protegernos de peligros futuros.
2. Aceptar esos pensamientos como lo que son, pensamientos (no hechos).
3. Educar a nuestra mente a no tener esos pensamientos.
4. Distraerse con algo para no dar coba a esos pensamientos de preocupación, romper el patrón.
5. Ocuparse de lo que se pueda, determinar lo que no está en nuestra mano controlar.
El futuro nos distrae del presente
Por último, quiero contarte brevemente la historia de una persona que llegó a mi consulta hace unos meses. Ella venía diagnosticada de hipocondría.
Tenía muchos miedos e inseguridades que le incapacitaban bastante. Una de sus mayores preocupaciones era el verano. Pensaba que si seguía así no iba a poder viajar y disfrutar de su verano.
Por entonces, quedaban 3 o 4 meses para que llegase el verano y arrastraba aquella preocupación desde meses atrás.
Entonces yo le pregunté: “Todo eso que te da miedo perderte durante el verano, ¿lo estás disfrutando ahora?”
Ella me dijo que no y entonces yo le dije, ¿y por qué no empezamos por ahí?
Aunque pueda parecer extraño, muchas veces preocuparse por el futuro es algo que nos sirve como evitación para afrontar lo que tenemos delante. Puede resultar difícil de creer, pero a veces, sin darnos cuenta elegimos sufrir con tal de no afrontar situaciones complejas.
Colocar el problema en el futuro nos sirve para asumir que ahora no podemos hacer nada y que no está en nuestras manos cambiarlo.
Sobre el autor: Alejandro Vera es psicólogo y nutricionista. Graduado en 2014 en la UCM. Desde entonces se dedica a ayudar a otras personas a sentirse mejor. Si quieres saber más sobre él, puedes encontrarle en Grulla psicología y nutrición.