Vaya mes llevo a nivel emocional. Ahí he estado (y sigo) luchando contra mis miedos y antiguos patrones, gestionando mis emociones y cambiando mis creencias. Suerte que he pedido ayuda a un profesional, que si no yo sola no sé si hubiese podido. Y la práctica de Mindfulness también ayuda, sobretodo a darse cuenta de las emociones que uno siente.
Hasta ahora os he hablado de Mindfulness para aplicarlo en situaciones de nuestra vida cotidiana, como conducir despacio o prestar atención al momento ducha. Pero en algunos momentos de nuestro día a día tenemos que lidiar con emociones intensas. En cuanto nuestros miedos más profundos entran en escena, la cosa se complica.
Darse cuenta
Para empezar a gestionar nuestras emociones debemos prestar atención y permanecer, en la medida de lo posible, en la emoción mientras observamos qué pasa en nuestra mente y en nuestro cuerpo, para comprender con claridad qué está sucediendo y qué camino debemos tomar, si es que podemos elegir o es necesario tomar un camino.
Te invito a reflexionar unos instantes: ¿crees que es posible solucionar algo si desconocemos que existe? Todos aquellos estados que nos producen malestar (miedo, rabia, tristeza, insatisfacción, desesperanza, ansiedad, dolor, angustia, estrés, desilusión…) podrían evitarse si los tuviéramos en cuenta. O al menos ser conscientes de lo que nos ocurre para empezar a ponerle remedio. Para ello debemos observar las señales que emite nuestro cuerpo y prestar atención a lo que está ocurriendo.
Evitar el autoengaño
Existe un problema en todo esto: para nosotros es más cómodo autoengañarnos, hacer como que todo esté bien e ignorar nuestras emociones. Nos pasamos la vida dando la espalda a nuestro sufrimiento, del tipo y del tamaño que sea. Porque duele y no queremos eso. Piensa unos instantes en todas las vueltas que das y en las maniobras que utilizas para negarlo. Todos lo hacemos, la mayoría de las veces de forma inconsciente. Los seres humanos tenemos un instinto muy fuerte que nos lleva a buscar el placer y evitar el dolor. El problema radica en si los métodos que utilizamos para eso nos funcionan o no.
Hay un episodio de Los Simpson en el que Homer va en coche y de pronto se le enciende el pilotito en el salpicadero que le indica que se está quedando sin gasolina. Homer no quiere detenerse porque va con mucha prisa. Ante el imprevisto, se enfada y apaga a golpes la lucecita, en lugar de parar y repostar.
Esta escena refleja muy bien lo que muchas veces hacemos en nuestra vida: creemos que nuestros males van a desaparecer si los ignoramos. Y muchas veces sucede justo lo contrario: en lugar de desaparecer, se vuelven más grandes. Sin duda que es más sencillo parar a repostar en una gasolinera cuando acaba de encenderse la luz de la reserva que cuando el depósito se ha agotado y tienes que empujar el coche o caminar hasta la estación de servicio más próxima. Ni que decir tiene que si repostamos antes de que se encienda la luz nos ahorramos algunas tensiones más…
Tanto en nuestras relaciones como en nuestra vida en general es frecuente que aparezca el autoengaño. Que no veamos la realidad tal y como es, sino que nos contemos a nosotros y a los demás una versión más o menos edulcorada de la misma.
3 pasos para gestionar nuestras emociones
Estos son los tres pasos que me están funcionando para gestionar mis emociones, antiguos patrones y creencias:
Paso 1. Darse cuenta
Cuando sientes que algo te molesta, párate un momento y observa. Pregúntate: ¿Qué siento aquí y ahora? ¿Cómo está mi cuerpo? ¿Dónde hay tensión y por qué está ahí?
Identifica lo que sientes, reconócelo, ponle nombre. Después, salúdalo. Puedes decir: “Hola, antiguo patrón”; “buenos días, tristeza”; «saludos, mis queridos pensamientos de ‘No valgo para nada’”. Si te apetece, además, puedes sonreírles.
Paso 2. Dar espacio a la emoción
Una vez que nos hemos dado cuenta de la emoción, el siguiente paso es, en lugar de negarla o salir huyendo, quedarnos ahí, para ver qué está pasando. Date permiso de sentir lo que sientes. Acepta lo que estás viviendo, ábrete a la experiencia, legitima lo que sientes.
Paso 3. Reconducir positivamente la emoción
Finalmente, reconduce positivamente la emoción. Relaja tu cuerpo y respira conscientemente.
Revisa tus creencias: identifica las creencias que están detrás de la emoción, cuestiona su validez/utilidad y adopta nuevas creencias potenciadoras.
En definitiva: ser valientes
Si queremos sentirnos con paz interior es importante ser valientes y atrevernos a mirar sin engaños para poder tomar las decisiones que nos lleven en la dirección en la que de verdad queremos que vaya nuestra vida.