NOTA DE LA EDITORA: ESTO ES UN ARTÍCULO INVITADO POR PABLO MATILLA, DE HISTORIAS MINIMALISTAS.
No culpes a los demás de lo que aparece en tu mente»
Loving-friendliness in plain English
Bhante Henepola Gunaratana
Suena el despertador, que me saca de un sueño incómodo. Son las seis de la mañana y mi vuelo sale dentro de tres horas.
Como siempre que tengo que volar, me va ganando una leve ansiedad, un nerviosismo que me resulta difícil de describir.
Me ducho, me visto, me tomo el café sin azúcar, cojo la maleta y salgo hacia el metro. Para llegar al aeropuerto tengo que coger primero la línea azul, después el tren y, por último, el bus. Sería más fácil llamar a un taxi, pero me resisto.
Enseguida me pongo de mal humor. La gente empuja, entran antes de que los pasajeros salgan, me dan algún que otro codazo, no hay espacio en el tren…
Todos mis viajes en avión eran más o menos así: estresantes.
La meditación, entre otras cosas, acabó ayudándome a convertir los viajes en algo más llevadero. Pero si eres lector o lectora asiduo de este blog, ya conoces la meditación. Yo quería hablarte de un tipo concreto de meditación.
Metta, que se ha venido traduciendo al castellano como «amoramistad». En teoría es algo muy sencillo: se trata de tener pensamiento de buena voluntad, primero hacia uno mismo y después hacia los demás: familia, amigos, desconocidos, enemigos, así hasta ampliar el espectro a todos los seres vivientes.
Para ello, se suele utilizar algún tipo de frase memorizada que se va repitiendo: «Ojalá (yo) sea feliz y tenga éxito. Ojalá encuentre la paz espiritual. Ojalá no tenga problemas y, si los tengo, ojalá tenga la fuerza, la paciencia y la sabiduría para afrontarlos y superarlos…». Y, sucesivamente, se va adaptando la frase a todos los sujetos hacia los que se dirigen estos pensamientos.
La frase en sí misma da igual, sirve cualquiera que evoque sentimientos positivos y que tengas más o menos memorizada para que tu mente se centre más en decirla que en pensar en cómo decirla. De este modo es más fácil evitar destracciones.
En su versión más sencilla, en esto consiste el metta.
¿Las razones para hacer esto? Primera y más importante: para beneficiarnos nosotros mismos. Al generar conscientemente pensamientos de buena voluntad para los demás (enemigos incluidos) el objetivo principal es generar un estado de tranquilidad y paz en nosotros mismos. Es evidente que no aspiramos a que, porque nosotros deseemos que «mi familia, mis amigos, mis vecinos y todos los humanos sean felices y obtengan el éxito», esto se vaya a cumplir. Pero lo que sí podemos conseguir mediante semejantes pensamientos es el propio equilibrio. Y el equilibrio es la mejor manera de enfrentarse a los problemas, de afrontar lo que nos sucede en nuestra vida cotidiana, porque desde el equilibrio podemos responder de manera menos impulsiva, más tranquila y justa.
Así que, en mi último viaje en avión, cuando me dieron el segundo codazo en el tren, y ya veía asomar el mal humor que al final acabaría dominando mi mente, intenté practicar un poco de meditación metta.
Enseguida me tranquilicé. La ebullición de mal humor que sentía se fue, poco a poco, calmando. Es curioso que, casi siempre, la primera respuesta de mi cuerpo ante cualquier ejercicio de metta es relajar los músculos de la cara. A menudo empiezo con algún pensamiento como: «Sé amable contigo mismo y con los demás».
Cuando el tren llegó a su destino y cogimos el bus hacia a la terminal, en lugar de correr como siempre, caminé con tranquilidad. Pensé en aquella frase que tantas veces había leído en los libros sobre budismo: «Toda esta gente, igual que tú, quiere ser feliz. Huyen de lo que les hace daño y buscan lo que les satisface».
La situación era en realidad la misma, pero el modo en que yo lo estaba viviendo (o tratando de vivir) era muy diferente. Seguía en un viaje tedioso, con varios cambios incómodos, lleno de esperas y colas y cosas que no dependían de mí. Pero pensar en el éxito no solo mío, sino de todos los que me rodeaban, el esforzarme por ser lo más sincero posible en esos pensamientos, tuvo un efecto bastante positivo.
Lo cierto es que cuanto más se practica la meditación metta, más efectivo es. Si ya meditas, te recomiendo que introduzcas alguna sesión específicamente dedicada a la meditación del amoramistad. Concéntrate sobre todo en tratar de ser sincero en tus pensamientos, y si al comienzo te cuesta, simplemente toma nota de ello y continúa. No deja de ser una modalidad específica de meditación vipassana, de conciencia plena. Simplemente, en la meditación metta, el objeto de la atención son los pensamientos de buena voluntad que generas.
Es probable que si lees esto tu primera reacción sea el escepticismo. Yo también reaccioné así. Hasta cierto punto, es natural. Lo único que puedo decir es que lo pruebes. Podría pasarme horas escribiendo y no lograría convencerte.
Pruébalo una o dos veces y, tal vez, como me sucedió a mí, despiertes sentimientos muy fuertes.
Pero volvamos a mi viaje en avión, queda ya poco para el aterrizaje. He dormido un poco, pero las rodillas del pasajero que está detrás de mí, incrustadas en mi espalda, me despiertan. En algún punto indeterminado de la parte delantera del avión, un niño llora.
Las rodillas del hombre son muy molestas. Tengo dos opciones, me digo, o me giro y le digo que me está molestando, o dejo de quejarme mentalmente. Por cómo soy, la primera opción no es en realidad una opción. Así que decido dejar de quejarme, aunque mi mente se resiste y rezonga durante varios minutos. «La gente es muy mal educada, no se da cuenta de que me está molestando… Y ese niño, ¿no se va a callar nunca?» Decido probar de nuevo con el metta.
Tardo un poco, pero finalmente consigo concentrarme en las frases: «Ojalá tenga éxito… Ojalá encuentre la paz…». Cuando el avión aterriza, las rodillas siguen molestándome en la espalda, pero ya no es la parte en la que pongo más atención, como hacía media hora antes.
Estoy casi de buen humor, dentro de nada estaré en casa, el cielo está nublado pero no parece que va a llover y, lo más importante, siento que hasta cierto punto puedo controlar mejor mi mente. Cuando salgo del avión, recuerdo la frase de Bhante Gunaratana: «No culpes a los demás de lo que aparece en tu mente».
Unas palabras sobre mí:
Pablo Matilla (Mieres, 1986) es escritor y licenciado en Filosofía por la Universidad de Barcelona. Sus relatos forman parten de las antologías Tiempo Narrado (Paralelo Sur, 2010), Relatos 02 (Tres Rosas Amarillas, 2011), Paraguas para el diluvio (Paralelo Sur, 2012) e Iceberg (Leqtor Universal, 2014). En 2013 gana el Premio Internacional de relato Corto Energheia, otorgado en Matera (Italia) por el relato Los que huyen, que posteriormente fue publicado en la revista de literatura Quimera. También ha colaborado con la revista cultural Lecturas Sumergidas. En el año 2017 publicará su primer libro de relatos, titulado La sabiduría de quebrar huesos (Témenos Ediciones, 2017)
Desde 2015 mantiene el blog Historias Minimalistas donde habla sobre creatividad, desarrollo personal y literatura.