Hace un mes que decidí ir en bici al trabajo y estoy muy contenta de mi decisión. La verdad es que, si me lo dicen hace un año, digo que es imposible. Sin embargo ahora me siento muy bien al hacerlo y me costaría volver a lo anterior.
Yo vivo en un pequeño pueblo a las afueras de Granada, y trabajo en pleno centro de Granada. Hasta ahora, cogía mi coche en plena hora punta, y me iba hacia el trabajo convenciéndome cada día que estar en un atasco no es tan malo. A pesar de que estoy a doce kilómetros de mi trabajo, tenía que salir de casa una hora antes, ya que no se trataba sólo del atasco, sino también de la odisea de la búsqueda de aparcamiento.
Ya harta de esta situación, primero pensé en ir en autobús. Pero mi pueblo está bastante mal comunicado con la capital en este sentido, y los escasos autobuses que hay me dejaban en la otra punta de la ciudad, lo cual me suponía una vez allí hacer un transbordo y una pequeña parte andando, que no está mal, pero no me compensaba llegar a casa dos horas después de haber salido del trabajo.
Excusas para no ir en bici al trabajo
Siempre me he puesto miles de excusas para no ir en bici al trabajo. Por ejemplo:
- Vivo muy lejos. Doce kilómetros en bici puede ser mucho si no estás acostumbrada. Lo que he hecho para solucionar esto es ir en bici hasta un pueblo cercano, que tardo solamente quince minutos, y allí tomar un autobús que me deja cerca del trabajo. Así combino bicicleta, autobús y caminar, con todas las ventajas que esto conlleva.
- Exige mucho esfuerzo físico. Esto también lo he solucionado al no ir directamente a la ciudad, si no yendo hasta este pueblo vecino. De todas formas mi idea es hacer el recorrido completo hasta el trabajo en bici, cuando ya tenga mejor forma física. Empezar con pequeños trayectos ayuda a no desanimarse.
- Puede llover. Estuve investigando y, por mi zona, sólo llueve una media de 25 días laborables al año. Esos días cojo el autobús de mi pueblo con el transbordo que mencioné antes. El resto de días, a disfrutar de la bici. De todas formas podría equiparme de chubasquero y pantalones anti lluvia. Con el equipo adecuado, ¿quién dijo miedo?
- Hará mucho frío en invierno y calor en verano. Esto es fácil también: voy muy abrigada en invierno, con gorro, guantes, un buen abrigo y protección en el cuello y la cara. El verano aún no lo he probado, pero supongo que lo importante es llevar ropa fresca y transpirable, y llevar en la mochila desodorante, toallitas y alguna camiseta de recambio. Además, si voy a un ritmo moderado, no tengo por que sudar en exceso.
- Me robarán la bici. Esta excusa no sólo me la ponía yo, sino que amigos y familiares me lo decían sin parar. Compré un buen candado, de esos que sólo se pueden romper con una radial. Además, nunca dejo en el mismo sitio mi bicicleta, la voy cambiando de lugar. Por el momento aún no he tenido ningún percance. De todas maneras, si me robasen una bici al mes, aún así gastaría menos que lo que gastaba cuando iba al trabajo en coche.
- Es peligroso. Es cuestión de seguir las normas, ser altamente visible y llevar la protección adecuada. También es importante elegir el mejor recorrido, por dónde haya poco tráfico. Se puede ir por carril bici, peatonales o parques. Aún así le tengo un poco de miedo a meterme en plena ciudad, pero poco a poco superaré ese miedo.
- Tengo niños. En mi caso eso no es excusa, puesto que mi pareja se encarga de llevar los niños al colegio. Pero si en tu caso no es posible, siempre puedes hacer que los niños vayan también en bicicleta. Y si son pequeños, puedes llevarlos en unos carritos que se enganchan en la bicicleta. Unos amigos míos lo tienen y les va genial. Siempre he pensado que predicar con el ejemplo es la mejor manera de educar.
5 Ventajas de ir en bici al trabajo
Todas estos inconvenientes que yo misma me ponía se han compensado con diferencia con multitud de ventajas que tiene ir en bici al trabajo. Las cinco más destacables son:
- Hago ejercicio. Esta es una buena forma de convertir el hacer ejercicio en un hábito. Una compañera de trabajo, que va siempre en bici, me contaba el otro día que cada vez se resfría menos. Y es que está demostrado que el ejercicio físico mejora tus defensas y te hace sentir más saludable y enérgica.
- Gasto menos. El ahorro económico es considerable. Dejar el coche en casa supone un ahorro muy importante en combustible, así como también en mantenimiento, puesto que alargo el tiempo en revisiones, cambios de aceite, de neumáticos, averías… Además mi bicicleta es de gama media-baja, así que no me costó demasiado. Merece la pena con creces.
- Contamino menos. La bicicleta es un modo de transporte sostenible. Sus emisiones de CO2 son nulas, y además es silencioso. Nada comparable a ir en coche sola y estar durante una hora en un atasco.
- Estoy de mejor humor. A la ida, cambio los atascos, pitidos de coches, semáforos que se ponen e rojo y la lucha por el hueco donde aparcar por un silencioso y tranquilo paseo por mitad del campo. La energía y el humor que tengo al llegar al trabajo no es comparable a cuando iba en coche. La vuelta me ayuda a desconectar del trabajo. A veces, cuando salgo con algún problema del trabajo, cada pedalada hace que ese inconveniente se vaya poco a poco disolviendo, y que al llegar a casa ya ni me acuerde de él.
- Estoy en contacto con la naturaleza. En mi caso, cuando voy en bicicleta de mi pueblo al pueblo vecino, el recorrido es atravesando la vega granadina. Disfrutar de los olores del campo, del rumor de las hojas de los árboles, el crugir de la escarcha al pasar con la bici, el ver amanecer día a día... todo eso, no tiene precio, es impagable.
Así que me encanta mi nueva forma de ir la trabajo. Estoy feliz de haber dado el paso y de desplazarme acorde a mis valores y principios. Y eso que parecía difícil, pero… ¡lo conseguí!
Foto: Iassakka/Flickr